domingo, 19 de agosto de 2007

dominando a mi esposo

Los hombres pueden aprender a disfrutar del coito anal tanto como las mujeres. Un ano es un ano, sin tener en cuenta si está cerca de un clítoris o de un pene. Las mujeres pueden introducir a su compañero al sexo anal estimulando su ano mientras realiza el sexo oral. Una vez que ellos están cómodos con el estímulo anal, pueden discutir sobre traer un dildo y un arnés al juego. Mi opinión personal es que ningún hombre tiene el derecho de pedirle sexo anal a su compañera si él también no quiere estar en el extremo receptor.

¿Es gay el hombre al que le gusta que le estimulen el ano?
Más de una se ha llevado un buen susto cuando su chico le ha pedido que le acaricie el ano. ¡Y más aún si le solicita que introduzca un dedo o un vibrador! La cosa va más allá de lo puramente higiénico. ¿Pero hay razones para sospechar que ese chico es gay?
En realidad no. el ano y los genitales proceden de la misma estructura embrionaria. Por tanto no puede extrañar que el ano tenga terminaciones nerviosas que hacen de él una zona sensible y que también canalicen sensaciones eróticas.
Por eso, a muchas personas, hombres y mujeres, les gusta acariciarse y ser acariciados ahí. El ano es una potencial zona erógena para todo el mundo.
El ano como zona erógenaSin embargo, como toda zona erógena, unos la tiene más desarrollada que otros según hayan sido sus experiencias y firmes sus inhibiciones. Pero eso es algo particular de cada cual; es muy individual, y no tiene nada que ver con el género. Aunque los hombres suelen tener más problemas en aceptar ese tipo de caricias precisamente por ese temor: ser gays.Existen, pues, hombres con mayor sensibilidad erótica en su ano que otros. Y hombres a los que les gusta recibir estimulación en el ano más que a otros. Los hay, también, que van más allá y les gusta que a ese estímulo se añada el de la penetración del ano con algún objeto o con el dedo. Eso, sin duda, les resulta placenteros y les hace sentirse vulnerables y receptivos ante su pareja.¿Pero sentir gusto por ese tipo de estímulos significa que un hombre es gay?
Sin duda alguna, a muchos gays, como personas que son, también les gusta que se les acaricie en el ano. Y algunos también disfrutan cuando se lo penetran. Es una zona erógena a la que no tienen por qué renunciar. También les gusta a las mujeres, hetero u homosexuales, y tampoco tienen por qué renunciar a ello.
De hecho, las caricias anales a las mujeres y el coito anal heterosexual parecen estar de moda ahora. ¿Por qué razón debería rechazarlo un hombre heterosexual? ¿Por qué eso le hace “afeminado”? No. Tampoco le hace afeminado que desee y disfrute de que su pareja le estimule los pezones (cosa que, por cierto, suele olvidarse con relativa frecuencia), algo que antes se creía que era patrimonio exclusivo de las mujeres.
¿Cómo diferenciar a un hombre heterosexual de otro que no lo es?Entonces, si hombres y mujeres gustan de esa clase de estímulo ¿cómo se podría diferenciar un hombre heterosexual de otro homosexual a los que les guste que les estimulen el ano e, incluso, se lo penetren?Es bastante sencillo. A los hombres heterosexuales les gusta que les estimulen de ese modo las mujeres. Y a los hombres homosexuales les gusta que ñes estimulen el ano otros hombres.Es la preferencia por miembros del propio sexo a la hora de seleccionar parejas emocionales y sexuales lo que define a un hombre como homosexual. No el tipo de estímulo que le agradan.La cuestión higiénicaHay hombres que no sienten reparos en la estimulación anal por temor a que sus parejas femeninas les acusen de ser gays. Sin embargo, pueden rechazarlo por cuestiones higiénicas. Después de todo, hemos aprendido desde pequeños que esa zona es sucia y muchos se sienten incómodos por las consecuencias que puede tener que su chica les toque en esa zona.
Sin embargo, esto no debe ser motivo para renunciar a ese tipo de caricias. Basta con tener una buena higiene personal y que la chica introduzca sus dedos en un preservativo lubricado para actuar con libertad por la zona.
Al terminar, ella le puede dar la vuelta preservativo al quitárselo, y así no tendrá que tomar contacto directo con lo que no se desea. Él puede hacer uso de toallitas higiénicas para limpiar la zona, si quiere, mientras espera a ir al baño cuando terminen el encuentro sexual.
De ese modo, ambos pueden disfrutar de esa actividad sin sentir el impedimento de la suciedad

MI MARIDO SUFRE SU PRIMERA VIOLACIÓN

Me encontraba sentada en la mesa de la cocina conversando con mi amiga Lisa. Ella me
recordaba que habían pasado ya seis meses desde que yo empecé a dominar a mi esposo,
entrenándolo en la sumisión, convirtiéndolo poco a poco en súbdito de mi poder. Entonces
ella sacó de su bolso una caja y me dice que ese es mi regalo por el aniversario semestral.
Lo abrí y me llevé tremenda sorpresa al ver que había dentro. Envuelto en papel regalo se
encontraba un dildo. De hecho, yo nunca había visto uno en persona, sólo los había
observado ocasionalmente en revistas o internet. Tenía como 20 centímetros de largo y
quizás más de 3 centímetros de diámetro. Traía adjunto unas correas o arnés, es decir, era
un verdadero strap-on dildo! En la base tenía una protuberancia redonda que según Lisa iba
a ser muy placentera para mi clítoris (el cual, por cierto, era más grande de lo normal).

"¿Qué?" balbucié.

"Así es. Úsalo en Mike. Póntelo y disfruta sensaciones que nunca has siquiera imaginado.
No hay mayor placer para una mujer de verdad." Mientras ella me hablaba yo trataba de
imaginarme a Lisa usando un aparato como éste y, francamente, me excité enormemente,

pero esa es otra historia.

De todos modos, argumenté que Mike nunca sería capaz de manejar algo como esto y yo no
estaba segura de que quisiera que él lo hiciera. Quería decir que esto me parecía demasiado
severo, incluso para mí. Lisa me aseguró que Mike se rebelaría y lucharía contra esto al
principio, como lo había hecho con todo lo demás (teniendo yo que imponérmele a la
fuerza como narré en capítulos anteriores), pero que a la larga aprendería a aceptarlo e
incluso a disfrutarlo. Me explicó que penetrándolo por el recto alcanzaría a rozar la parte
inferior de la próstata (punto G masculino) y podría, incluso, hacerlo eyacular con
semejante estimulación.

¡Vaya!, pensé. ¡No lo hubiera imaginado! Sin embargo, debo reconocer que este asunto me
estaba excitando, acariciando el duro plástico con mis dedos, visualizando como sería
insertarlo en el tierno culito virgen de mi maridito. "Sí, lo probaré", proclamé decidida..

Puesto que esta sería su primera vez (y como violadora mi primera vez también), Lisa me
sugirió que inmovilizara bien a Mike con firmes ataduras, previniendo así que se hiciera
daño a sí mismo o me lo causara a mi. Se lo agradecí de corazón. Yo había atado a Mike a
la cama en muchas ocasiones, siempre boca-arriba. Pero para que esto funcionara, él tendría
que estar de pie, preferiblemente doblado hacia delante, exponiendo su trasero ante mi.
Discutimos un poco varias alternativas y acordamos que utilizaría una posición apropiada.

Esa noche, Mike regresó a casa temprano. Le dije que tenía una sorpresa especial para él.
Cuando yo hago esto es para que él me espere desnudo en el dormitorio. Efectivamente así
lo encontré y enseguida empecé a desvestirme. Él estaba erecto con anticipación y
observaba mientras me quitaba la falda y la blusa. Su erección se agigantaba. Todo iba
bien, excitación in crescendo, hasta que tomé mi cartera y extraje de ella la temible verga
de plástico.

"¿Qué piensas hacer con eso?" preguntó con voz temblorosa.

"Exactamente lo que tu estás pensando, querido" le dije mirándolo directo a los ojos.

Enseguida procedi a sacar varias cuerdas de una gaveta y las puse sobre la cama.

"Karen, no hay caso. No me importa lo que hagas pero no vas a introducir esa cosa dentro
de mi."

"De verdad, Mike, no se por qué tú insistes en seguir jugando este jueguito. Los dos
sabemos que puedo hacer -y haré- lo que me de la gana. Esto puede ser desagradable para ti
si tratas de resistirte así que te aconsejo que te relajes y lo disfrutes. La mejor opción que
tienes es tomarlo con calma y podrás irte acostumbrando poco a poco".

Mike se dirigió en silencio hasta el closet, sacó su ropa mientras su erección bajaba en
caída libre. "Estás loca. Tendrás que matarme".


Me aproximé a él por detrás y lo agarré en una especie de abrazo de oso, atrapando sus
brazos con los míos. Él luchó con fuerza tratando de escapar. De hecho estaba mostrando
su mayor rebeldía en mucho tiempo y esto me complacía, confirmando que había tomado la
decisión correcta.

Él se retorcía en mis brazos a medida que lo cargaba arrastrándolo hacia la cama. Como yo
había estado entrenando intensamente con pesas durante los últimos 6 meses y ya era fuerte
cuando empecé, tan fuerte que podía vencer a mi esposo, ahora era inmensamente superior
a él en potencia muscular. Todo mi cuerpo se había desarrollado con gran definición,
densidad y volumen. Mi piernas y brazos podrían ser la envidia de cualquier hombre,
incluso de un fisicoculturista, bien tonificados, duros y poderosos, e incluso mi cuerpo
podría despertar la envidia de cualquier mujer pues siempre mantuve la disciplina de
aeróbicos, trote y otros deportes, lo cual me brindaba espectaculares curvas, tan sexis que
atraían las miradas por doquier. Mi vientre plano era duro como la roca, mostrando
abdominales perfectamente definidos. Así que no tuve mucho problema en arrastrarlo hasta
la cama.

El luchó con todo lo que tenía y esto me dificultaba controlarlo lo suficiente para tomar una
cuerda. Tendría que someterlo aún más pero realmente no era mi intención hacerle daño.
Empezó a patalear desesperadamente mientras gemía y me rogaba "por favor Karen, no me
hagas eso". Él sudaba copiosamente y yo ya empezaba a sudar también por lo que nuestros
cuerpos se estaban tornando resbalosos, complicando mi tarea. Subitamente Mike logró
liberar un brazo ayudado por el sudor y su codo se estrelló violentamente contra mi
barbilla. El golpe nos sorprendió a ambos. Mi cabeza fue enviada hacia atrás por el impacto
y tuve que soltarlo de mi agarre. Nunca había recibido un golpe tan duro y menos de Mike.
De lejos esta era la mayor resistencia que él me había opuesto nunca. Él cayó al piso y
corrió hacia la puerta. Rapidamente tomé una cuerda y lo seguí, alcanzándolo en el corredor
y tumbándolo al estilo del fútbol americano. El poco espacio no permitía mucho
movimiento así que no podía usar mis potentes piernas apropiadamente. El estaba de
espaldas sobre el piso y pateaba alocadamente tratando de empujarme. Me arrodillé y logré
atrapar sus tobillos, asegurándolos bajo mis axilas. Él giraba y se contorsionaba
freneticamente pero yo mantenía sus tobillos sujetos, apretándolos entre mis poderosos
biceps y mi pecho. Yo estaba furiosa por el dolor que su codo me había causado. El conocía
de sobra mi superioridad física y mental, así que no debería oponer tanta resistencia inútil.

Me puse de pie manteniendo sus tobillos atrapados, levantando su cuerpo hasta que sólo la
cabeza se apoyaba en la alfombra. Ya empezaba a cansarse y a debilitarse su inocua
rebeldía. Abruptamente forcé sus piernas a dar un giro, obligándolo a voltearse bocabajo,
sobre su estomago e inmediatamente empujé hacia delante apretando sus pies contra las
nalgas. Él gritó de dolor cuando sus piernas recibieron toda la fuerza de mi brutal asalto. Le
crucé los tobillos doblándolos aún más hacia su espalda. Su cara estaba ahora aplastada
contra el suelo bajo el peso de los dos. Él intentaba usar sus brazos para levantar su cuerpo
y el mío pero era inútil. Sus débiles músculos masculinos nunca podrían levantar tanto peso
y pronto él pudo comprenderlo y cejó en sus fútiles intentos, practicamente rindiéndose. Lo
sujeté así durante varios minutos, enterrando su cara en la alfombra, retorciendo sus tobillos
cruzados y apretándolos con mis potentes muslos de mujer. Luego empecé a empujarlo
sobre el tapete, arrastrándolo deliberadamente para producirle dolor, pues su codazo me
tenía rabiosa, aunque aún estaba excitada sexualmente. Él hizo lo que pudo con sus brazos
y manos para tratar de evitar rasparse la cara y minimizar el daño mientras yo lo zarandeaba
sobre la alfombra.

A esas alturas él se encontraba completamente vencido y exhausto tras su estúpida lucha.
Por supuesto, mis superiores músculos femeninos apenas estaban entrando en calor. Me
agaché y lo agarré por las muñecas. Halé la izquierda, obligándolo a voltearse sobre su
espalda mientras mantenía firmemente sujeta la muñeca derecha, torciendo dolorosamente
su brazo contra su espalda. Luego me senté encima de mi sollozante marido sometiéndolo a
una incómoda y dolorosa posición con su brazo doblado bajo la espalda soportando el peso
de los dos.

"Ese fue todo un intento, Michael. Es bueno ver que todavía conservas tu autoestima pero
sobra decir que fue un esfuerzo perdido".

Y enfaticé mis palabras retorciendo aún más su brazo haciéndolo chillar de dolor,
humillándolo una vez más. Las lágrimas corrían por sus mejillas. No era la primera vez
que hacía llorar a mi marido. ¿Qué mejor indicador de la superioridad femenina que cuando
una mujer hace llorar a un hombre? Creo que es algo que toda chica debe hacer con su
esposo de vez en cuando para que sepa que él es inferior y debe obedecer a su dueña.

"Ahora voy a voltearte bocabajo de nuevo para atar tus brazos. Quiero que te agarres tus
codos tras la espalda y no intentes ninguna tontería, pues no deseo hacerte daño."
Efectivamente, lo puse boca-abajo y él sumisamente se agarró los codos por detrás del
cuerpo. Inmediatamente le amarré los brazos bien apretados entre sí con la cuerda. Luego lo
ayudé a ponerse de pie (gentileza de una dama con el caballero que le pertenece) y lo arrié
hacia el cuarto de dormir. Al entrar él lanzó una mirada sobre el temible dildo que reposaba
en la cama y de nuevo intentó retroceder y escapar del dormitorio. Sólo tuve que atravesar
mi pierna enganchando su tobillo, poniéndole zancadilla y él se fue de bruces, sin poder
interponer brazos o manos se golpeó de frente contra el piso. Allí quedó mi marido
sollozante mientras yo iba por las otras cuerdas. Luego vine por él y lo ayudé a ponerse de
pie. Las lágrimas se escurrían por su rostro. "No quiero un esposo llorón" le dije y agregué
con ironía "¿no se supone que los hombres no lloran?" Pero él no podía detener el llanto al
saber la humillación que le esperaba a su orgullo masculino.

Lo posicioné a los pies de la cama, con mi pie le hice abrir las piernas hasta casi
espernancarse y rapidamente le até cada tobillo a las patas de la cama. Otra cuerda se la
puse en el cuello, un tanto floja, como si fuera un collar de perro y la halé hasta la cabecera
de la cama, obligándolo a doblar su cuerpo por la cintura, la cabeza hacia delante y el
trasero expuesto y vulnerable. Aseguré la cuerda a la baranda del espaldar de la cama para
dejarlo inmovilizado.

¡Qué escena! Mi marido lloriqueando impotente con su culo abierto y dispuesto, listo para
recibirme dentro de él, servido en bandeja para ser violado, penetrado por su esposa y
dueña.

Enseguida fui por el strapon dildo, me puse el arnés con el artefacto en su lugar. Podía
verme en el espejo, sencillamente espectacular: el palo enhiesto sugía turgente de mi
esbelto y musculoso cuerpo de mujer. ¡Era la vista más sensual imaginable! ¡Todo en mí
irradiaba poder!. Hice una pose de doble biceps... ¡¿qué hombre podría resistirme?!

Excitada me subí a la cama y caminé por ella hasta quedar frente a Mike, quien no paraba
de lloriquear. Flexionando las piernas para quedar a su altura y meneando ritmicamente la
cadera le pasaba juguetona mi pene plástico por la cara a mi esposo. Dirigiendo el dildo con
mi mano le acaricié el rostro con la punta bulbosa del sensual artefacto, rozándole los
labios, los ojos, el contorno de sus mejillas húmedas de llanto y sudor. Nada podía él hacer
para evitarlo, absolutamente dominado, entregado a mí. Lisa tenía razón: ¡que sensación de
poder! Una mujer no sabe lo que es esto si no lo ha experimentado.

Le puse la punta de mi pene femenino en los labios y presioné forzándolo a aceptarlo.
¡Chúpalo! le ordené tomando su cabeza entre mis manos.
"Ensalívalo bien pues ese será el único lubricante que usaré contigo." Le advertí.
Se lo introduje hasta la mitad y luego lo saqué. Se lo volví a meter, esta vez hasta el fondo.
¡Mike casi se atraganta!
"Así me gusta, 'garganta profunda'" le susurré, "eres un buen chupaverga, será fácil
entrenarte y volverte experto en lamer penes"

Con cadencia meneaba mis caderas conduciendo mi pene dentro y fuera de su boca. Un
fellatio (blow-job) casi perfecto, sólo faltó poder eyacular en su boca. Quizás en el futuro lo
haga con dildos especiales cargados de leche, así como lo he hecho cuando luchamos y
luego de vencerlo facilmente me siento en su cara y le orino en la boca, obligándolo a
tragárselo todo.

Satisfecha le saqué el órgano plástico, bajé de la cama y me puse detrás de él. Tomé sus
nalgas suaves y blandas entre mis manos, le acaricié el culo a mi marido, todo abierto para
mí. Me arrodillé detrás de él y le abrí las nalgas dejando expuesto el orificio, acerqué mi
boca y con la lengua le humedecí el hueco. Un poco de mi propia saliva ayudaría a
lubricarlo. Mi lengua venció su esfínter y su cuerpo se estremeció todo. Me puse en pie sin
dejar de manosear su culo. Él se puso tenso al sentir mi dedo central rozar su orificio anal,
acariciándolo, anticipando mi violación inevitable. Con una leve presión mi dedo atravesó
su esfínter y empecé a moverlo dentro de él, girándolo y luego moviéndolo como un
émbolo hacia fuera y hacia dentro, bombeando el ano masculino para lograr que su esfínter
se relajara y ofreciera poca resistencia al dildo. "Ahora estoy dentro de ti" le dije, "te poseo
conquistando tus entrañas" y ya tenía dos dedos de mi mano derecha hurgando en su
trasero. "Dime Mike, ¿Qué se siente al ser penetrado por una mujer? ¿Sientes mi cuerpo
dentro de ti horadando tus entrañas?" le pregunté mientras trataba de localizar la próstata
con el tacto rectal que le estaba propinando. Él sólo gemía pero no soltaba palabra. Sin
embargo empecé a notar cierto tono de placer en sus gemidos.

Saqué los dedos que le había introducido a Mike y me preparé para penetrarlo con el dildo.
Lo ajusté para que frotara mi clítoris. Se veía muy realista esa verga plástica surgiendo de
mi bajo vientre. Posicioné la cabeza de mi pene femenino, húmeda de su saliva, justo en el
orificio anal de mi esposo. Lo tomé de los hombros para apalancarme. "Voy a penetrarte,
Michael, voy a entrar en ti, relájate y disfrútalo o por lo menos acéptalo, ya sabes que en
este tipo de matrimonio la mujer penetra al hombre cuando ella lo desea".

Él soltó un gritico casi femenino cuando lo penetré de un caderazo. El dildo estaba húmedo
y a pesar de la resistencia de Mike fue entrando facilmente. El cuerpo de Mike se contrajo,
se puso tenso, su espalda se arqueó favoreciendo así la penetración y fui hundiéndoselo más
y más. Sentí sus muslos blandos contra mis piernas musculosas, la parte trasera del dildo
frotaba mi vulva y friccionaba mi clítoris enhiesto. "Relájate, Michael, no lo hagas más
doloroso para ti". Él pareció entender o quizás aceptó lo inevitable, su ano se aflojó, lo
tomé por la cadera y mi pene entró hasta el fondo de mi maridito. Empecé a mover mi
cadera en suave cadencia, metiéndoselo y sacándoselo... ¡Wow! ¡qué delicia!
La imagen que me devolvía el espejo era magnífica: una hermosa y musculosa mujer
penetraba el culo de un hombre lloroso totalmente entregado a ella. En ese mismo momento
cruzó por mi cuerpo un corrientazo vital, y un increíble sentimiento de poder recorrió todo
mi ser. Algo que jamás había sentido, una vivencia indescriptible me sacudió entera y
estallé en un orgasmo inigualable.

Pronto renudé mis rítmicos caderazos contra las nalgas de mi marido. Primero suave, luego
acelerando la cadencia. Mis músculos se tensaban con el salvaje movimiento. Con la fuerza
de mis piernas poderosas y de mis glúteos penetré a mi marido una vez más llevando el
dildo hasta lo más profundo de sus violadas entrañas, haciéndolo gemir de dolor y de placer
ante semejante humillación. Durante largos minutos seguí culeándome a mi esposo,
dándole por el culo a mi marido, algo que toda mujer debe experimentar algún día (y de
seguro quedará gustándole). La fricción de mi clítoris contra la base del penetrante artefacto
me enrutaba ya hacia otro orgasmo de estrellas, ondas de placer surcaban mi atlético cuerpo
de mujer y en cascadas de pasión alcancé un nuevo y esplendoroso clímax.

A esas alturas yo estaba bombeando a mi sollozante marido con furiosos caderazos y él
nada podía hacer para evitarlo. Ni siquiera protestaba, limitándose a gimotear como una
niña. Rodee su cuerpo con mi brazo y aprisioné sus testículos, apretándolos ligeramente.
Me arrecosté sobre él, mis senos sobre su espalda y le susurré en el oído: "Ahora Michael,
eres mío completamente, siénteme dentro de ti, en lo más profundo de tu ser". Aprisioné su
pequeña verga que ya empezaba a crecer rapidamente, estimulando sus genitales en contra
de su voluntad. Una vez más iba a demostrarle a mi marido que me pertenecía totalmente y
que incluso sus órganos sexuales me obedecían a mí aunque él no lo quisiera, era algo que
él no podía evitar, su naturaleza masculina lo traicionaba y lo hacía vulnerable a la
manipulación femenina, impotente ante el poder que la mujer ejerce sobre el hombre.
Pronto su pene enrojecido y bulboso alcanzó el mayor tamaño que yo le había visto nunca.

Ahora mis movimientos de cadera eran suaves, se la metía y se la sacaba lentamente
mientras acariciaba su verga. Noté como las caderas de Mike ahora llevaban mi ritmo y sus
nalgas se restregaban contra mi vulva, sentí como se entregaba al placer de ser dominado y
penetrado por su esposa. Miré su cara llorosa, sus ojos exorbitados de ternero degollado, la
mirada perdida, extasiada, preludio del orgasmo inminente. "Así me gusta, mi putita,
disfrútalo, mira en el espejo como tu esposa te viola por el culo". Y de un violento
empellón se la empujé hasta el fondo, hasta estar segura de que no podía ir más profundo.
En ese instante Mike eyaculó arrojando su semen en su propia cara. Él trató de levantar la
cabeza y evitar que su propio jugo le pringara la boca pero yo lo tomé por la cabeza,
obligándolo a bajarla mientras le decía: "Mírate venirte, esclavo, mira y comprueba qué
putita eres". Lo vacié completamente con unos cuantos caderazos y luego le pasé la mano
por la cara, restregando su semen y metiéndoselo con mis dedos en su boca. "Trágatelo
todo" le ordené. Mi sumisa putita obedeció enseguida, por supuesto.

Tomando sus caderas le extraje el dildo del ano. Di la vuelta alrededor de él, montándome
sobre la cama otra vez. Le puse mi pene plástico delante de su cara. "Mira como dejaste mi
verga, putica, tus intestinos no estaban muy limpios; no puedo dejárlo sucio así que lámelo
y límpialo bien". Apreté el dildo sucio de su propia mierdita contra su rostro, contra sus
labios. Mike se resistía apretando la boca y moviendo la cabreza hasta donde el lazo le
permitía. Le agarré las cabeza por los lados y a la fuerza le introduje el dildo untado en su
boca, obligándolo a chuparmelo. Para mi deleite, nuevamente las lágrimas masculinas se
asomaron a su rostro que revelaba la humillación infinita que yo le inflingía. Otra vez
gozaba mi neta superioridad, no hay nada igual a esa sensación.

Finalmente le saque el dildo y lo desamarré. Nos acostamos en la cama, le limpié la cara
con una sábana (que luego él tendría que lavar como parte de sus labores domésticas). Él
lloraba desconsoladamente. Lo estreché entre mis brazos, lo besé tiernamente, mientras le
explicaba porqué era necesario hacer lo que había hecho, como parte de su entrenamiento.
"Incluso te gustó, no puedes negarlo" le argumenté. Lo envolví en mis brazos, recosté su
cabeza sobre mi pecho, secando suavemente sus lágrimas. Él dijo que no sabía si podría
acostumbrarse a ser penetrado por su esposa, pero que de todos modos me amaba con todo
su corazón, con todo su ser. "Karen, yo pertenezco a ti, tú eres mi dueña" reconoció. Estoy
segura que él entendió que así sería como haríamos el amor de ahora en adelante y que, de
alguna manera, ya empezaba a aceptarlo y apreciarlo. Sin lugar a dudas, su entrenamiento
seguía marchando a la perfección.

Autora: Karen Young Karen12613@aol.com
Traductor: Rol Rever hestev@starmedia.com

Otras traducciones de Rol Rever en este mismo website:
La Entrenadora (The Trainer)
Un vil cerdo machista (The pig)
Rol Rever es autor de DEL MANUAL DE LA MUJER DOMINANTE. LA CONSTRUCCIÓN DE LA SUPREMACÍA
FEMENINA. MANDAMIENTOS DEL HOGAR FEMINISTA. CASTIGOS PARA MARIDOS DESOBEDIENTES
Castigos para maridos desobedientes: del manual de la mujer dominante
que también está traducido al inglés como POLL FROM THE HANDBOOK OF THE DOMINANT WOMAN:
PUNISHMENT FOR DISOBEDIENT HUSBANDS